Francisco Mora, Doctor en Medicina y Neurociencias, nos ofrece un texto introductorio sobre neuroeducación en el cual plantea una descripción de la mente humana que nos ayuda a comprender mejor el aprendizaje, situándolo en aquellas áreas del cerebro donde se produce. Bajo el corolario de que «solo se puede aprender aquello que se ama», Francisco Mora argumenta que el binomio emoción y cognición es indispensable. Desde edades tempranas, no hay nada mejor que despertar el ansia de curiosidad de los niños descubriendo el mundo físico y sus fenómenos concretos para estimular las ganas de aprender en base a aquello que puede ser percibido.
Esta es la preparación previa que el autor considera indispensable para que los más pequeños puedan crear las asociaciones necesarias que les permitirán desarrollar el pensamiento abstracto en el futuro. En este sentido, si hay algo que la escuela hace mal, es partir de la enseñanza de conceptos abstractos sin haber dado oportunidad de explorar lo inmediatamente perceptible: el mundo sensible y la riqueza de sus sensaciones.
En contraposición a esto, el enclaustramiento temprano en aulas pésimamente diseñadas y poco estimulantes para el aprendizaje sería el principal culpable de un apagón emocional que genera constantes pérdidas de atención y falta de interés por aprender. Estos aspectos contribuyen también a otros males modernos como el estrés constante y la falta de sueño, que son reacciones biológicas negativas en las que a veces la mejora puede hallarse en la simple práctica del ejercicio físico.
Lejos de pensar que la neuroeducación es la llave mágica que nos puede convertir a todos en genios, el Dr. Mora nos advierte sobre la presencia de los neuromitos: esas malas interpretaciones de descubrimientos científicos sobre el cerebro que nos conducen a sobreestimar sus posibilidades, creando efectos contraproducentes para el desarrollo cerebral o simplificaciones sobre el funcionamiento del mismo, algunas tan extendidas como esa que dice que solo usamos el 10% de su capacidad, lo cual contribuye a crear expectativas poco realistas entre los que defienden este aserto. El Dr. Mora también descarta el énfasis puesto en el desarrollo de los tipos de inteligencia para centrarse en los distintos tipos de atención que contribuyen a desarrollar un aspecto clave del aprendizaje: la memoria en todas sus facetas, ya que sin atención no hay memoria y sin esta no hay aprendizaje.
Internet y sus Efectos sobre el Aprendizaje
En cuanto a esto, el Dr. Mora, poco dado a catastrofismos, nos muestra los pros y contras en el desarrollo de dos tipos de atención: la de foco corto y cambiante, promovida por el uso de las redes; y aquella de foco intenso y sostenido, que sitúa el centro de atención en lo que nos apasiona y nos motiva. Son estas motivaciones las que despiertan nuestra atención inconsciente por lo que amamos, y que comienza plantando una semilla de la curiosidad que crece con el ansia de aprender hasta dar lugar al saber mismo.
En este último caso, el saber nos ofrece una visión bastante positiva respecto al futuro de la educación. En esta visión, el rigor científico y sus designios vencen al enclaustramiento de realidades asfixiadas tradicionalmente encorsetadas entre cuatro paredes, para que pueda florecer el conocimiento y plantarle cara a la ignorancia.